Pía Argimón

Nací en Buenos Aires, Argentina, hace casi 60 años. Buscando algunas respuestas a las preguntas que me hacía en la juventud, hice la carrera de Psicología. No sólo no encontré las respuestas, sino que terminé la Universidad con más preguntas aún que las que tenía al haber ingresado.

Mi búsqueda continuó y cuando ya creí que no me bancaba más la violencia de este mundo, tuve la suerte de cruzarme con Silo y con el Nuevo Humanismo. Me encontré con un grupo de amigos con una sintonía muy especial, que no alcanzaba a entender del todo, pero que sentía que me hacía bien.

En 1999 me subí a un micro, camino a Punta de Vacas, un perdido paraje montañoso en la provincia de Mendoza y luego de ese viaje supe que ese era mi camino.

Algunas respuestas comenzaron a asomar, y las preguntas y las búsquedas comenzaron a tener Sentido.

Aprender a reconocer mi propia violencia y a hacer trabajo interno para superarla, me permitió reconciliarme con situaciones de la vida y con algunas personas con las que tenía cosas no resueltas que me generaban mucho sufrimiento.

Con el tiempo, la energía vital comenzaba a registrarse como algo hermoso, como una posibilidad de plasmarla en el mundo haciendo cosas para ayudar a otros a superar el sufrimiento con el que yo misma había llegado hasta ese momento. Encontrar una dirección en la vida, un Propósito y un proyecto que hiciera de este mundo algo mejor, le dio absoluto Sentido a mi vida. Tener un ámbito donde compartir todo esto con otros, sin sentirme juzgada, o marginada o excluida, simplemente por pensar diferente, me enseñó el valor de la diversidad, me ayudó a fortalecerme, a creer que era posible hacer de este mundo un lugar mejor, construir una Nación Humana Universal. Y así entendí que no se puede construir aquello que no se puede imaginar.

Pasaron los años, muchos años, ya no tengo el impulso de la juventud pero conservo las ganas y la esperanza de hacer mi aporte, de ayudar a crear conciencia, de lograr que una generación se despierte, y que con eso pueda cambiar el rumbo de los acontecimientos, pueda cambiar el sinsentido en el que está viviendo la especie humana en la actualidad.

Si logramos entender que todos somos parte de lo mismo, que no existiríamos como individuos si no fuera porque vivimos en sociedad, si lográramos superar el nivel de violencia con el que convivimos como especie, tendremos un futuro abierto de  posibilidades y plenitud para las nuevas generaciones.

Esa es mi máxima aspiración y es lo que me mantiene en este proyecto de Construir espacios no violentos. He recibido un mensaje hace muchos años… un mensaje que me hizo libre y feliz y he visto cómo hizo feliz a mucha gente. Siento ahora que al recibir algo tan importante, no puede quedar solo en mí. Tengo una responsabilidad, una ética profunda que me llama a tratar a los demás como me gusta que me traten a mí. Alguien puso en mis manos este mensaje y siento la necesidad de entregárselo a otras personas que estén en esa misma búsqueda, en esa necesitad de encontrar Sentido a la vida y de dejar una huella, un faro, una referencia en el camino a los que siguen…

El próximo gran salto de la humanidad será descubrir que cooperar es mejor que competir.

 

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